Una postal de MTY

Hay una niña sobre el balancín que va en ascenso, alzada desde el otro lado por una sonriente mujer.

Hay un banco sin prisa enfrente de la Catedral Metropolitana, vamos a sentarnos allí.

Hay una bici pintando el lienzo histórico entre unos nopales y el porvenir vislumbrado por el plan.

Los azulejos adornan las banquetas del centro y se deslizan como rosas esparcidas ante el rodar de la bici, dando luz al enorme destello norteño.

Estamos a tres cuadras del Río Santa Catarina y unas cuantas revoluciones apartadas del Grito de Dolores, destaparon el cielo y levantaron la colcha roja aquel estruendoso septiembre.

Después llegaron las fuerzas del imperio estadounidense obsesionadas por su guerra y por su afán, nos arrebataron las provincias del norte sin sentarse en el balcón de bienestar.

Después llegaron las fuerzas del segundo imperio francés, pero Juárez les apagó el fuego, lo vimos todo.

¡Viva el Cerro de la Silla de la Sierra Madre Oriental!

Ubícame como un hada o un tesoro entre tus aires, sombras y encinas, qué son las apasionadas cuerdas del acordeón y las voces de nuestros queridos seres, Leonor y Antonio, María y Faustino.

Mañana habrá una nueva leyenda, cabrito, salsa, y tortilla.

Ahorita me abanico tranquilo por la fuente en el parque dejándome tomar por el próximo ensueño deambulando entre el vaivén de los regios y el azar de la montaña.

Aquí en Monterrey, Nuevo León.