Reaparición

Ya no era Rocío.

Habíamos compartido sueños, ahora me envolvió la pesadilla de Claudia como una esfera alterada y aturdida.

Quedaba lejos, fuera del escenario, pero se acercaba tan rápido y mecánico como un tiburón que venía frenético y sin remedio.

Llegamos por detrás de la casa, yo entré primero, regido por los latidos furiosos de un corazón errante, las otras se atrasaron en un estiramiento desafortunado y doloroso.

Era la certidumbre del apagón que me sumergió en las últimas tinieblas despavoridas, acentuadas por la tormenta y el fantasma.

El calor espeso fue bifurcado por un relámpago temerario, los vientos soplaban los ecos acantilados del río, una maleta se oía arrastrar en el suelo del ático que jamás existió.

Las palpitaciones atrancaron el segundero, aún no pude encender las luces, fui a ver si por fin llegaban las otras … ¿Dónde estarán?

Y de repente llegó, estacionándose en frente de la casa, como la oscuridad que llegó hace 40 años para sembrar la verosimilitud de este reencuentro furtivo.

Era la misma van gris que vino a despertarme de la pesadilla, que vino a hacer de mí.

Fin.