Cena apapachadora

Es la cena apapachadora que colma los deseos, como un diamante o la espada que perfora la niebla más espesa, un faro detenido en el tiempo para constatar la bienvenida, la tregua de un techo y una noche, negando la despedida matutina y la exigencia de conseguir el refugio de mañana, adorno celestial.

Son las habichuelas electrificadas por los códices del barro ancestral, las enchiladas que se estiran hacia el puente acogedor, el maíz venerado en su mayor amparo y resplandor, ejes empapados de salsa y de crema, vacilando entre las manos y la tierra, llamas picosas, parpadeando en desvelo.

Un anochecer marcado por el triunfo de la selva, abrazos y besos compartidos entre solsticios, chelas recónditas, pupilas dilatadas al fondo de la tinta y su más cálida belleza, el venerable no manches wey del aguacate que empuja con dulce lentitud hasta desgastarse en el grano, salida merecida.